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El Guadiamar


El Guadiamar es un río que recorre de norte a sur la provincia de Sevilla, uniendo Sierra Morena con el Parque Nacional de Doñana, ya que desemboca en el Guadalquivir un poco antes de entrar en este parque. Aun siendo un río medianamente importante, el nombre de este cauce no tenía por qué estar incrustado en la memoria de parte de los habitantes de cualquier parte del mundo, si no hubiera sido por un accidente que estuvo a punto de herir de muerte al Parque Nacional más importante de toda Europa. El 25 de abril de este año se cumplirán 15 años de la rotura de la presa que provocó el mayor accidente medioambiental que se había producido en España hasta esa fecha, y por ello nos hemos propuesto recordar qué se hizo después del vertido y conocer cómo ha evolucionado.

            La zona sobre la que se asentaba la balsa y la mina es muy rica en explotaciones minerales, ya que se encuentra en la denominada Faja Pirítica Ibérica, una reserva privilegiada de metales en la que la composición media es del 83% de pirita. Por lo tanto, al estar en una zona donde existen grandes reservas minerales, gran parte de la población trabajaba en estas minas. Si a esto le sumamos que las arcas municipales se llenaban en gran parte de los impuestos que pagaba la empresa, tenemos como resultado que nadie quisiera levantar la voz sobre lo que sucedía o podría suceder, y cuando alguien lo hacía pues se le callaba. Hay que advertir que esta región es casi totalmente agrícola, no existe industria y el paro ha sido siempre muy elevado. En Aznalcollar, sin embargo, la población tenía un sitio donde trabajar, la mina, en la que lo hacía ¡el 40% de toda la población!, ¿quién iba a levantar la voz?

            A comienzos de los años 90, la explotación que ya es de Bolidén (sueco-canadiense) comienza a escasear. Sin embargo, se descubre que existen filones de zinc y cobre, por lo que se le dan grandes subvenciones para que se inicie esa nueva explotación y mantenga los empleos de la zona. En estas minas, el mineral se muele, se lava y los sulfuros metálicos se separan por flotación, generándose enormes cantidades de residuos estériles y aguas ácidas. Los estériles se almacenan como lodos en un depósito construido a tal efecto. El de Aznalcóllar se situó en el margen derecho del río Agrio, 2 km aguas arriba de la confluencia con el Guadiamar.

            A la 1 de la madrugada del 25 de abril de 1998, la presa de contención de la balsa de decantación de la mina de pirita de Aznalcollar se derrumbó, liberando todo el contenido de la misma al cauce del río Agrio, 6 millones de hectómetros cúbicos de lodos y aguas ácidas que produjeron la inundación de la llanura aluvial del río, llegando a alcanzar hasta 3 metros de altura. La composición química del vertido tenía un alto contenido en metales pesados y en él estaban representados casi un tercio de los elementos químicos conocidos, entre ellos, por ejemplo, el uranio.

            Después de la rotura, el agua y los lodos bajaron a gran velocidad por todo el río, llegando a tan sólo dos kilómetros del Parque Nacional durante la noche del sábado día 25. Sin embargo, a lo largo de ese día ya se había iniciado la construcción de un dique para evitar la entrada a Doñana y que se desviara por el Brazo de la Torre hacia el Guadalquivir. En este caso fue una ventaja que los ríos, por esta zona, estuviesen totalmente canalizados, ya que fue mucho más fácil llevar a cabo estos trabajos.

            El domingo 26 ya habían sido cubiertas casi 5.000 ha de los márgenes de los ríos, principalmente tierras de cultivo, y los análisis de las aguas informan sobre un pH de 2 (como el zumo de limón o los ácidos gástricos) y saturadas, por ejemplo, en azufre (S), curio (Cu), plomo (Pb), zinc (Zn) y cadmio (Cd). Al día siguiente ya comenzaron a recogerse toneladas de peces muertos (“los peces saltaban ante la llegada de las aguas muy ácidas”) y las aves acuáticas desaparecieron de la zona.

            Parece ser que, por una vez (y lo malo es que no sirvió de precedente) los políticos tanto del estado como de la Junta se vieron algo desbordados y dejaron paso a los científicos. Hubo una reunión en el Palacio de Doñana entre ellos y los gobiernos de España y Andalucía y se puso en marcha un plan para limpiar, así como otros dos grandes para mejorar la situación de la comarca: Doñana 2005 y el Corredor Verde del Guadiamar. En estos planes que se trataron, lo primero que se tuvo que llevar a cabo fue la retirada de los 2 millones de metros cúbicos de lodos y los 4 de aguas ácidas que estaban retenidas en Entremuros. Había que retirarlos antes de que llegara el otoño y las lluvias, ya que si llovía podía producirse una dilución de todos los contaminantes y que éstos llegaran a otros sitios. Esta retirada se hizo sobre todo de forma manual, para evitar la pérdida o degradación del suelo y posteriormente se llevaron a otra antigua corta que había en Aznalcollar que, aunque impermeabilizada, estaba sobre un acuífero.

            La retirada se hizo dividiendo todo el tramo en tres partes, asignándose una a la Junta, otra al Estado y la última a la empresa, Boliden. Sin embargo, en este último caso, la empresa se negó a realizar la limpieza de forma manual, así como a pagar lo que le correspondía, con lo que tras acabar su tramo la Junta tuvo que encargarse también de la parte de la empresa sueco-canadiense.

            El coste total de la limpieza fue de casi 60 millones de euros y se tiraron 7 meses para retirar los lodos y 3 para depurar las aguas, lo que fue presentado como un auténtico precedente que estudiar para los posteriores accidentes mineros. Como se ha comentado, para la restauración se llevaron a cabo dos planes, el del Corredor Verde del Guadiamar y el de Doñana 2005. Respecto al primero, lo que se hizo fue eliminar las limitaciones antrópicas que habían en el medio y dejar que la propia naturaleza siguiera su curso. Tan sólo se intervino mejorando la fertilidad del suelo añadiendo enmiendas orgánicas de espuma de remolacha (para reducir la acidez), revegetando pero para ayudar a que se llegara antes al clímax y se evitara la erosión, y eliminando la vegetación alóctona.

            Sin embargo, mientras que la limpieza sí fue casi completamente ejemplar, esta restauración vegetal no lo fue tanto y se cometieron algunos errores como la plantación de especies en épocas no adecuadas o en lugares no correctos, con la consiguiente pérdida de dinero y tiempo.

            ¿Y al final quién pagó? Pues la Junta y el Estado. La Junta de Andalucía había reclamado a Boliden 89,9 millones de euros mediante un acuerdo del Consejo de Gobierno, sin embargo el TSJA dictó una resolución que fue posteriormente confirmada por el Tribunal Supremo que lo anuló. Así que la cosa ha vuelto a la situación de 2004, no habiéndose establecido quién debe decidir sobre el pleito. Por otra parte, la empresa también había puesto una denuncia que fue rechazada hacia los constructores de la balsa, ya que les echaba la culpa de que se rompiese y produjera el vertido. También perdió la demanda, ya que no demostró que la empresa constructora (ACS, Intecsa, Geocisa y otras empresas españolas) no utilizaran “las mejores técnicas aceptadas actualmente en el mundo”, como se habían comprometido.

            Un área para el estudio. No siempre se tiene tan cerca un área contaminada y que puede ser estudiada de esta forma. Por lo tanto, se aprovechó la ocasión para realizar un gran número de estudios. Uno de los más importantes, por lo que puede suponer, fue el denominado “Descontaminación metálica de suelos del área de Aznalcollar mediante acciones de fitorremediación que impliquen la utilización conjunta de plantas cultivadas y flora adventicia autóctona”, y que se llevó a cabo por la Universidad de Córdoba y la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía.

            Estos trabajos tenían cuatro grandes objetivos: Utilizar cosechas de alta capacidad productora de biomasa para extraer metales, aprovechando la facultad que tienen los agentes quelantes para incrementar la fitoasimilación metálica.

Identificar especies vegetales autóctonas que pudieran hiperacumular metales y que fueran interesantes en procedimientos de fitoextracción continua.

Ver cuáles habían sido las modificaciones que se habían introducido por los contaminantes del suelo y utilizarlos tanto como bioindicadores de contaminación como para aislar microorganismos promotores del crecimiento que pudieran actuar en ambientes contaminados. Caracterizar los mecanismos de tolerancia a metales con el fin de buscar o generar líneas dotadas de mayor expresión de los mismos.

Tras estos estudios, se encontraron algunas plantas que tenían potencial en la fitorremediación, tales cono la Avena sterilis o la Conyza canadensis y que podrán ser utilizadas en otras catástrofes similares a ésta.

            La situación actual: tras 15 años de trabajo y de dejar a la naturaleza que siguiera su curso, la situación es mejor que antes de que se produjese el accidente, ya que se ha creado un bosque de galería bastante aceptable que serpentea a lo largo de todo el río y que conecta de forma más o menos eficiente el Parque Nacional de Doñana y Sierra Morena. Uno de los fines que se pretendía al conectar ambos espacios era unir a las mayores poblaciones de linces ibéricos del mundo, que se encuentran en estas dos zonas. Sin embargo al primero que lo intentó lo recibieron con balazos. Murió, claro.

            Respecto al resto, Ecologistas en Acción afirmó el año pasado que  la corta en la que se acumularon los lodos tras la retirada sigue “incomprensiblemente acumulando miles de toneladas de residuos sin tratar que podrían contaminar el acuífero”. Además el Corredor “está amenazado por la presencia ilegal de ganado” y por las concesiones de aguas del embalse del río Agrio para la industria y la agricultura, ya que usan el Guadiamar “como canal de riego”, alterando su régimen natural y evitando que cumpla sus funciones ecológicas.

            En definitiva, unas empresas que se estaban lucrando de los minerales de una comarca y que tenían casi comprados a los habitantes y a las administraciones ya que era casi el único sector que daba empleo al pueblo y a la zona, provocan el mayor accidente ecológico hasta la fecha en España y se va, por ahora, de rositas. Es más, las anteriores administraciones casi le ruegan que vuelvan, ya que al irse terminó de matar a la comarca.

            A partir de ese momento se hace, escuchando a los científicos y a la gente que sabe, una limpieza que es modelo en el mundo entero y una restauración que se podía haber mejorado, pero que no ha ido mal. Así, finalmente se convirtió un río que estaba muy degradado por el uso abusivo de la agricultura, en un verdadero corredor verde que conecta dos de las áreas naturales más importantes de Andalucía y creando una gran zona que actualmente está protegida mediante la forma de Paisaje Protegido.

            Es decir, hoy en día la situación (aun con las sombras que todavía advierten los ecologistas) es mejor que la que existía antes del accidente. Sin embargo ¿a quién se le ocurrió la feliz idea de poner ahí la balsa?, ¿nadie se dio cuenta de lo que podía pasar?, ¿tantos ingenieros no pudieron preverlo?

            Seguro que si se hubieran hecho bien las cosas desde el primer momento nos hubiéramos ahorrado miles de peces muertos, la vegetación de ribera arrasada, los productos andaluces puestos en cuestión por toda Europa (¡no se vendían los tomates de Almería!) y todo un dineral que se podía haber invertido en otras cosas dilapidado. Pero bueno, miremos el lado positivo y veamos que hoy en día tenemos un gran corredor verde y que fuimos (y somos) referente sobre cómo se debe llevar a cabo la limpieza tras un accidente minero.

            [Revista digital “Pensando el Territorio”]

 


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